No recuerdo si hubo un día en el que decidiera dedicarme a la música. Creo que siempre ha estado presente. Tengo que rebobinar mucho mi película para ver dónde empieza todo, dónde no había música, y sinceramente, no lo encuentro.
De niña pedí que me apuntaran a todo lo que tenía que ver con la música y que estaba a mi alcance: a jota montañesa, a tocar las castañuelas y la pandereta, a guitarra española (donde me enseñaban Clavelitos) y finalmente al conservatorio. Esto de la jota creo que no lo he contado nunca. No resultaba muy “pro”, pero a estas alturas, qué más da.
Hoy quien me conoce se sorprendería de lo tímida que fui de niña, tanto que apenas hablaba. ¡Con las retahílas que suelto ahora en los conciertos! Se debe a mis años de orquesta. Ahí se le quita la vergüenza hasta al más pintado.
Sexta pista.